Hace tiempo, mucho tiempo, la señorita Estela de segundo grado me enseñó a escribir, no recuerdo bien como, cuando, por qué, ni tampoco si fue ella.
En honor a todas esas maestras de segundo grado, que se esforzaron por enseñarnos que llave se pronuncia lliave o por ese abrupto sonoro que emitían en los dictados para hacer evidente la tilde de ciertas palabras agudas, graves o esdrújulas, es que realizamos este ejercicio de libertad literaria.
Escribimos, opinamos y nos expresamos como queremos, porque podemos, pues hacemos un ejercicio consciente de nuestra propia libertad escritural, aceptando las particularidades de cada frase, en una democracia utópica de un pensamiento libertado.
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